Eran aproximadamente las diez de la noche cuando recibo una inusual llamada de mis padres.
— Hola hijo, ¿cómo están?
— Bien, ¿por qué?
— Acaban de llamar a la casa y me están diciendo que tienen secuestrada a tu hermana. Lo que más me preocupó es que le dijeron que traía una blusa azul con negro y tu hermana si tiene una blusa de esos colores. Tratamos de llamarle y marca ocupado.
— Aquí está afuera, acaba de salirse mientras hablaba por teléfono.
— Dile que se pase y cierren todo. No salgan hoy a ningún lado. Vamos para allá.
Mi hermana, a la que vamos a llamar Elisa, ha estado viviendo conmigo desde hace poco más de un mes por motivos escolares. Está por cumplir 18 años y entró a estudiar una ingeniería en un tecnológico regional. La llamada de mis padres me asustó mucho, sobre todo porque Elisa precisamente llevaba puesta esa blusa azul con negro.
Salí a buscarla afuera de la casa, donde acostumbra sentarse a platicar por teléfono con sus amigos. Pero mi sorpresa fue que Elisa no estaba. “Acaba de salir, no debe estar lejos”, pensé. Me paré a media calle y vi esa blusa azul con negro a unos 100 metros de la casa. Estaba a punto de llegar a una placita y seguía hablando por teléfono. No era normal que saliera sola a esas horas de la noche. No había pedido permiso y el temor de un nueva balacera aún estaba latente.
Lo primero que se me vino a la mente es que Elisa estaba recibiendo instrucciones por teléfono por parte de los secuestradores de verse en determinado lugar. Camine hacia donde se dirigía con la idea en que muy posiblemente me iba a encontrar con una camioneta de secuestradores fuertemente armados. Cuando dio vuelta a la esquina, la ansiedad hizo que corriera para no perderla de vista.
Cuando la volví a ver, estaba sentada en una banca de la placita y seguía llamando por teléfono. Me acerqué a ella y noté que estaba llorando y temblando de miedo. Le hice la seña con la mano de que me diera su celular. No me hizo caso. Llegué a la conclusión de que mi hermana efectivamente estaba platicando con algún delincuente, muy probablemente uno cómplice del mismo que llamó a mis padres. Entonces se lo intenté quitar, pero se rehusó. Me hacía señas de que no hiciera ruido. Así que opté por quitarle el celular con fuerza bruta.
— ¡Bueno! — Contesté inmediatamente con voz fuerte, gruesa y enérgica. En ese momento se escuchó que colgaron la llamada. Mi hermana inmediatamente rompió en llanto.
— ¡Nos van a matar a todos!
— No nos va a pasar nada.
— Me dijeron que no hiciera ninguna pendejada o iban a venir y nos iban a cortar la cabeza a mí y a toda mi familia.
— No va a venir nadie. Ahorita vamos a hacer la denuncia y además por aquí andan camionetas de militares. No se van a animar a venir.
Pero mi temor de que en cualquier momento pasara esa camioneta con secuestradores fuertemente armados aún estaba latente. Y no habían pasado dos minutos desde que colgué la llamada cuando sonó mi celular. Era un número con lada de Tamaulipas (868).
— Bueno — Contesto con voz temerosa. Me contestan con voz grave y ronca.
— Habla el general…
No lo dejé hablar más, colgué la llamada. Insistió varias veces pero no contesté en ninguna ocasión.
Llegamos a la casa. Recordé que dos meses atrás una persona muy allegada a la familia había sufrido un secuestro similar. Inmediatamente le llamé.
— Buenas noches don Carlos, le llamo para que me haga el favor de darme un consejo.
— A ver, dime.
— Fíjese que le llamaron a Elisa, la amenazaron y la hicieron que se fuera a la placita que está cerca de la casa. Recordé mucho su caso, ¿qué me recomienda?
— ¡No, que no salga!
— Ya me la traje, pero está llorando porque le dijeron que nos iban a matar a todos.
— Eso no es cierto. Así amenazan, pero ellos están en la cárcel.
— Pero saben que ropa trae ella y también tienen los números de la casa de mis papás y el mío.
— Alguien debe estar pasándoles información. Ya no se preocupen. Nada más quédense en casa y cierren todo. ¿Ya avistaste a tus papás?
— Todavía no. Vienen para acá.
— Avisa, porque les van a estar llamando.
— ¿Recomienda que denuncie?
— Si siguen llamando, si.
Don Carlos había sido víctima de un secuestro dos meses atrás. A su hijo, quien estudia en una universidad pública lo amenazaron de la misma manera en que lo hicieron con mi hermana. Le llamaron, hicieron que “voluntariamente” saliera de su casa, le dijeron que lo estaban vigilando, hicieron que tomara un taxi y que se hospedara en un hotel mientras a sus papás le llamaban pidiendo dinero. A eso se le llama secuestro virtual y para llevarlo a cabo es importante que el secuestrado no cuelgue la llamada, por ello la violencia verbal es vital para manipular a la víctima.
Conforme se fue tranquilizando, Elisa nos contó más detalles sobre su caso. La llamada cumplía con todos los requisitos para ser considerado un secuestro virtual.
Le pidieron que saliera de la casa discretamente.La amenazaron con gritos que no fuera a cortar la llamada, o la matarían junto a toda su familia y quemarían la casa: “¿viste cómo quemamos los carros el otro día? Eso le va a pasar a tu casa si no haces lo que te digo”.Le dijeron que llevara 30 pesos y el cargador de su celular. Supongo que los 30 pesos eran para el taxi y el cargador para conectar el celular en cuando le faltara carga y mantener la llamada abierta.La obligaron a dar el teléfono de mis papás y el del “tipo de barba” que estaba con ella.A diferencia de la llamada a mi celular, a Elisa le aparecía la llamada como número privado.Lo único que me inquietaba es que en cuanto contestó le dijeron: te llamas Elisa y traes una blusa azul con negro.
— Te he dicho que no contestes números que no conoces.
— Si, pero a veces mi tío Rubén (quien reside en Estados Unidos) me llama y sus llamadas también aparecen como número privado. Pensé que podía ser él.
—Pues cuando lo veas a Joaquín (su hijo) conectado en Facebook, dile que le diga a mi tío que antes de que te llame, te haga el favor de avisar por SMS; porque ya no vamos a poder contestar llamadas de números desconocidos.
Obviamente Elisa cometió algunos errores, pero lo que más nos llamó la atención es que sabían qué ropa llevaba puesta, dónde vivía, con quién vivía y su número te teléfono. Pero no sabían qué parentesco tenía conmigo ni tenían los teléfonos de mis padres ni el mío.
Entonces empecé a sentir la sensación de que había alguien afuera viendo qué estábamos haciendo. Alguien que no necesariamente está armado, pero está proporcionando información a los criminales.
A las ocho de la mañana del día siguiente llegó don Carlos a la casa. Mi padre (quien se quedó con mi madre esa noche con nosotros) y yo salimos a recibirlo.
— ¿Cómo están? — Preguntó.
— Ya más tranquilos, muchas gracias.
— ¿Ya no han llamado?
— Pues no. Apagamos los celulares. Solo se quedó el mío prendido.
— Préndanlos todos. Ya no les van a llamar.
— ¿No?
— No, tranquilos, ya vieron que ustedes no van a caer. Seguro ya encontraron otra persona a la que le están haciendo lo mismo que a ustedes.
— ¿Pero cómo sabían qué ropa traía Elisa, su nombre y su número?
— Pues seguramente había alguien que estaba en las mismas condiciones que Elisa y ese le estaba mandando información.
— ¿Cómo?
— Cuando secuestraron a mi hijo cada 30 segundos tenía que decir: “soy Damián y veo un Oxxo”, “soy Damián y estoy llegando al Hotel del centro”, “soy Damián y estoy subiendo las escaleras del hotel”. Son personas muy listas. Seguro alguien que estaba siendo secuestrado vio a Elisa, la describió y de alguna manera obtuvo sus datos y los pasó.
Me quedé asombrado. El siguió detallando su experiencia.
— A mi hijo lo secuestraron con su compañero de departamento. Llegó un momento en que cuando estaban en el hotel cada quién pensaba que su compañero era cómplice de los secuestradores por los datos que le obligaban pasar. Tienen su metodología para secuestrar bien estudiada y no son unos improvisados; son una red bien organizada de delincuentes. Cuando me pidieron dinero me llamaban y me decían: “ve al banco y me depositas el dinero que traes”. Colgaban y en cuanto llegué al banco te volvían a llamar. Tienen todo bien calculado. Cuando tú vas a depositar, alguien ya está formado en otra sucursal esperando sacar el dinero.
— ¿Entonces nadie iba a llevarse a Elisa?
— No. A ella la iban a manipular para que se fuera a un lugar donde no pudieran localizarla: un hotel, un mercado, una plaza o un centro comercial. Pero como te están amenazando que si cuelgas la llamada te matan, cuando te quieres comunicar con ella nunca entra la llamada. Mientras tanto, a ti te llaman y te piden dinero. Y caes fácil. Cuando secuestraron a Damián, hicieron una triangulación con las llamadas. Me comunicaron con él, pero nadie estuvo nunca cerca de ellos. Eso sí, me dijeron que se iba a escuchar un sonido antes y que no fuera a colgar.
Fue cuando me di cuenta que los delincuentes no solo trabajan bien organizados, sino que tienen equipo suficiente para hacer esas triangulaciones en las llamadas. Incluso me atrevo a apostar que tienen una empresa de llamadas por voz IP u operan mediante ellas para evitar ser localizados fácilmente. La baja calidad en las llamadas ayuda a reforzar mi teoría.
No es la primera vez que nos llaman para intentar extorsionarnos. Decenas de veces me llamaron que había “ganado en Boletazo”, decenas de “familiares” han estado atorados en la frontera pidiendo dinero para que los dejen venir, muchas otras ocasiones nos llamaron un “ingeniero” perteneciente a un “cartel” que estaba de moda para decir que nos querían dinero o nos iban a matar, pero esta modalidad era totalmente nueva para nosotros. No es fácil ignorar una llamada donde te dicen: “te llamas Elisa y traes una blusa azul con negro”. Mucho menos cuando vives en una región atacada por los carteles de la droga.
Buscando secuestro virtual en Google te encuentras con cientos de resultados y decenas de noticias de casos similares al que vivimos. En Torreón ya se están implementando medidas para que los hoteles comuniquen a las autoridades si ven alguna situación irregular. Algunos medios también cuentan historias de casos en Zacatecas y Quintana Roo.
Algunas recomendaciones para evitar ser víctima de este tipo de secuestro son las siguientes:
Evitar contestar llamadas anónimas.En caso de haberla contestado por duda, cortarla en cuanto se den cuenta que es un intento de extorsión.Avisar a los familiares de lo sucedido.No proporcionar ningún dato personal ni familiar. Cualquier pista puede ser usada para llevar a cabo la extorsión.Pedir ayuda. La Policía Federal tiene un área encargada de investigar estos delitos y proporcionar ayuda a las víctimas. El número de teléfono es 01 800 440 3690 y por correo electrónico a [email protected]Foto: beisbolcuauhtemoc
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