Las elecciones en México se llevan a cabo en julio y el nuevo presidente toma posesión cinco meses después, en diciembre. Este es uno de los periodos de transición más largos en el mundo, lo que conlleva costos políticos para el presidente electo.
De acuerdo a un artículo de la revista británica The Economist, en la que se enumeran algunos, hay otros países como Brasil donde el periodo de sucesión dura dos meses; y en Colombia sólo siete semanas. ¿Qué consecuencias tiene esto en la vida política del país?
Hablando del caso específico de esta elección en la que todo apunta a que Peña Nieto será declarado como presidente electo, el periodo para su inauguración implica varias cosas.
En primer lugar implica que Peña Nieto pierde presencia mediática, ya que el periodo postelectoral se centra en el contrincante que se encuentra en proceso de impugnación de la elección. Andrés Manuel secuestra los reflectores y casi diario tiene algo que decir; “pruebas” que mostrar, aunque ya las haya dado a conocer. Enrique debe mantenerse vigente y de manera ocasional da conferencias de prensa anunciando a cuentagotas su plan de gobierno, o el presidente de su partido se burla de las acciones de López Obrador.
Además, este periodo en el que el foco de atención cambia a López Obrador representa también una afectación a la poca legitimidad con la que llegará Peña Nieto al Ejecutivo. Es un tiempo que AMLO puede usar a su favor para hacer dudar incluso a los que creían que el triunfo fue legítimo, aunque con delitos aislados.
Por si esto fuera poco, el nuevo Congreso inicia funciones tres meses antes que el nuevo presidente, lo que significa que Calderón deberá lidiar con un Congreso compuesto en su mayoría por legisladores del PRI, Verde y Panal. Si Peña Nieto quiere poder empezar a trabajar de inmediato en su plan de gobierno los legisladores deben empezar a preparar camino con la propuesta y aprobación de las mayores reformas posibles.
El exgobernador priista prometió tasas de crecimiento para México del 6%, lo que implica necesariamente la aprobación de reformas como la laboral y hacendaria. De acuerdo al semanario británico, esto podría jugar a favor del PRI y de la oposición, ya que la moneda de cambio para el apoyo a estas reformas podría ser complementar la reforma política con las propuestas que no son del agrado de Peña como la reelección consecutiva de legisladores y una segunda vuelta en la elección presidencial.
Otro tema importante a mi parecer es el del presupuesto para el próximo año. Aunque será el nuevo presidente quien lo presente a inicios de diciembre, será elaborado conjuntamente por la actual y la nueva administración. Además, el Plan Nacional de Desarrollo, que regirá la conducción del país los próximos seis años, se elaborará una vez iniciado el 2013, algo que podría solucionarse si la toma de posesión se adelantara.
En estos meses el país se convierte en un circo de tres pistas entre el presidente Calderón, el virtual ganador Peña Nieto y el contendiente impugandor Andrés Manuel. Y ni hablemos de lo costos que es el periodo de transición, cuyo presupuesto para el presiente electo será de 150 millones de pesos.
Imagen: La Jornada Jalisco
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