La felicidad es un tema que en los últimos años ha empezado a ser de interés para los economistas y los gobiernos. Por ejemplo, el Reino de Bután mide algo conocido como la Felicidad Nacional Bruta desde hace algunos años y, recientemente, en Francia e Inglaterra se han dado esfuerzos por crear un índice similar.
Con el paso de los años, sobre todo a partir de 2009, la OCDE ha sugerido que las oficinas de estadística deberían buscar formas de medir el bienestar de las personas e incluir aspectos no económicos. Tomando en cuenta esto el presidente del INEGI, Eduardo Sojo, confirmó que México ya trabaja en la elaboración de su índice de felicidad y que éste se dará a conocer en octubre.
La encuesta está diseñada para conocer el nivel de satisfacción que la gente tiene con su vida en general, así como para conocer de manera detallada otros aspectos como su situación económica, laboral, educativa y social. La idea detrás es identificar aquellos aspectos no económicos que influyen también en el bienestar de las personas.
De esta manera, se espera que la encuesta arroje resultados sobre qué rangos de edad presentan mayor satisfacción con la vida, si el ser soltero o casado influye o, incluso, la práctica de una religión.
Sin embargo el tema de la felicidad y la Economía no entusiasma a muchos; algunos lo consideran una pérdida de tiempo y el debate académico continúa. De hecho, hace aproximadamente un año el propio INEGI fue sede de la Conferencia Latinoamericana para la medición del bienestar y el progreso de las sociedades. En dicha conferencia, organizaciones de toda América Latina se reunieron para debatir sobre la mejor manera de aproximarse a esta medición.
El principal problema al que se enfrentan es la ausencia una definición concreta de la felicidad, ya que la percepción varía de persona a persona. Además, la respuesta de la satisfacción de vida en general puede verse afectada por el momento particular que se está viviendo.
Hay que recordar que algunas organizaciones construyen índices de felicidad de países y que luego se comparan con variables como PIB, ingreso per cápita y desigualdad, en los cuales se han encontrado paradojas como que países pobres son más felices. La ventaja de la encuesta que ha levantado el INEGI es que recolecta ambos datos, el de la satisfacción de vida y los de bienestar, en una misma encuesta y sobre la misma población, lo que permitirá hacerlos comparable.
Me parece acertado que el INEGI se adentre y tome sus primeros pasos en un tema tan debatido en el ambiente internacional y creo que más que buscar ofrecer un número en el que veamos qué tan feliz es la sociedad mexicana, los resultados deberán tomarse con cautela y usarse para investigación.
Una vez que el debate a nivel internacional termine y se cuente con una metodología que pretenda cuantificar la felicidad (aunque no creo que sea posible) será entonces momento de realizar una nueva medición y observar los resultados en el contexto nacional e internacional.
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